¿GUAGUA DE PAN?
- Proyecto Bradamante
- 12 oct 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 25 oct 2020

“Al volver la mirada a nuestra historia temprana, encontramos una y otra vez el sincretismo de las fiestas católicas superpuestas a las de nuestros pueblos aborígenes y, allí, la clave para desentrañar este misterio…”

Hay tradiciones culinarias que atraviesan siglos y milenios. Este parece ser el caso de la guagua de pan que consumimos, junto con la colada morada, cada 2 de noviembre. Su masa tierna y sus formas simplificadas recuerdan a las de una criatura de brazos, envuelta a la usanza de los pueblos de los Andes, en la que se reconoce solamente la cabeza y un triángulo invertido que sugiere el resto del cuerpo, cubierto por la tradicional bayeta de lana.
Pero hay algo más en el afán de dicha representación. Orladas de lazos coloridos, elaborados con su misma masa coloreada con pigmentos vegetales, o -en tiempos antiguos, y a falta de mejor pintura, según cuentan las abuelas, hasta con el hollín acumulado en los cacharros sacados del fogón- estos adornos encierran el secreto mejor guardado de las guaguas de pan. En la actualidad su diseño ha alcanzado todo lo que la libre imaginación y creatividad de madres, cocineros y la familia multitudinaria reunida alrededor de una olla de colada morada pudieran dar de sí. Sin embargo, hay una forma persistente, casi arquetípica, que en su trazo lo revela todo; esa figura, grabada en nuestro imaginario colectivo, posee múltiples dimensiones o referentes simbólicos; más, por ahora, nos centraremos solamente en su aspecto material.

Vista así, bien podría representar los pliegues de una bayeta, o tal vez una cinta que adorna la figura; pero al volver la mirada a nuestra historia temprana, encontramos una y otra vez el sincretismo de las fiestas católicas superpuestas a las de nuestros pueblos aborígenes y, allí, la clave para desenredar este misterio. El actual día de difuntos se celebraba en épocas precolombinas como una fiesta de origen incásico llamada Aya Markay. En dicha ocasión, las familias sacaban a pasear en andas a sus difuntos, que permanecían momificados gracias a ciertas técnicas utilizadas durante milenios por los pueblos nativos de Sudamérica.

Además de la aplicación de complejos conocimientos de preservación, aquellos hicieron uso de fibras tales como la totora, o de sogas tejidas, e incluso de pedazos de madera colocados al interior de los cuerpos, para sostener la estructura de los restos mortuorios y preservarlos de tal manera que estos pudiesen mantener cierta fidelidad a su imagen viva.

El arte de momificar a los muertos lo conocieron, hace siete mil años, antes incluso que los egipcios, los habitantes de un pueblo asentado en las costas desérticas del norte de Chile: los Chinchorro. De allí, probablemente, este conocimiento y el culto a los muertos expresado en diversas formas y ritos funerarios, se extendió a lo largo y ancho de Sudamérica, y con mayor fuerza, posteriormente, a través de la conquista incásica.

Hoy preparamos la colada morada y amasamos las guaguas de pan como parte de los ritos que acompañan la celebración del día de difuntos. Las interpretaciones, las recetas y los diseños de las guaguas varían con el tiempo y las diversas geografías; pero al igual que miles de años atrás, la cocina y sus símbolos se renuevan constantemente en un ritual que va más allá de la vida y de la muerte. Beber la colada y comer la guagua de pan nos une en un momento de gozo, efímero, como todo placer, aunque necesario para integrar -casi de manera inconsciente, o gestálticamente, ¿por qué no?- todo lo que pudiera revelarnos el sacrificio de los frutos y sus transformaciones: el paso de un estado a otro, y el cumplimiento de los ciclos, por el cual renovamos nuestros vínculos con la Tierra en esta especie de grial andino, colmado de sabores y misterios.
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Créditos de imágenes (por orden de aparición) y referencias consultadas
Figura 1: Natalia Messer (2017). Las momias de Chinchorro. Chile. En: https://bit.ly/3192Xol
Figura 2: Eddie Crespo (2011). Guagua de pan. Pelileo. En: https://bit.ly/3jXtiNu
Figura 3: Representación de la forma que representan las sogas o fibra de totora utilizadas para amarrar los cuerpos momificados.
Figura 4: Momia de un infante de la cultura Chinchorro, que muestra huellas de las fibras que sostienen su cuerpo. En: https://bit.ly/3doc0qs
Figura 5: Juan Ayala (2014). En: https://bit.ly/3j0eigq
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